PAPA FRANCISCO
El artista argentino que emocionó hasta las lágrimas al Papa Francisco: la hermosa historia
Una obra muy especial marcaría para siempre ese momento.La historia entre el artista argentino Gustavo Masó y el Papa Francisco comenzó en 2013. Fue justamente una obra muy especial, entregada al sumo pontífice en 2019, la que marcaría para siempre ese lazo. La pieza fue una escultura de la mano de su hermana María Elena, fallecida recientemente, y logró emocionar hasta las lágrimas al Papa Francisco.
Masó tuvo la idea de inmortalizar la mano de la única hermana viva del Papa Francisco, a quien no había vuelto a ver desde que asumió su rol como máxima autoridad de la Iglesia Católica. La propuesta fue bien recibida por la familia de María Elena, y permitió al artista llegar hasta una casa de retiro en Ituzaingó, donde ella se encontraba bajo cuidados médicos.

La toma del molde de la mano fue un momento lleno de simbolismo. No era solo una cuestión artística, sino una forma de acercar a dos hermanos separados por la distancia y las responsabilidades. Para Masó, esa mano representaba un abrazo que no pudo darse, un gesto suspendido en el tiempo que el arte logró concretar.
La obra, llamada "El deseo tangible", fue confeccionada con piedra líquida. “Quería llevar algo que no fuera un objeto común, como un mate o un poncho. No sabía bien qué regalarle hasta que se me ocurrió la idea de hacer una escultura con la mano de su hermana”, reveló el artista a Infobae.

“Ella sabía que esta pieza representaba un vínculo que nunca podría materializarse físicamente entre los dos hermanos. Fue un abrazo postergado que no podía darse por las circunstancias. A través del arte, logré acercarlos”, afirmó Masó.
La conexión entre Gustavo Masó y el Papa Francisco trascendió lo personal para transformarse en un ejemplo de cómo el arte puede tocar lo más profundo del ser humano. “Era una manera de enviar un abrazo que nunca se pudo dar. A través del arte, pude hacer algo que unía sus mundos”, aseguró el artista.

“Cada obra tiene su propio carácter, y en este caso, la mano de María Elena transmitía una humanidad que no era solo visual, sino también emocional”, remarcó Masó, al tiempo que agregó: “Lo que creé no era solo una escultura, era un puente entre dos mundos, una manera de acercar lo intangible a lo tangible”.