Bariloche: preocupa el bajo nivel del Nahuel Huapi

La falta de lluvias que padece la región cordillerana desde hace varios meses, da señales alarmantes. La baja en el nivel de agua del lago Nahuel Huapi ya complica notoriamente la provisión de agua potable en algunos barrios de Bariloche y también condiciona la producción de energía en las represas que utilizan los recursos de esta cuenca.

Desde la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC), aseguraron que el nivel de las lluvias y la caída de nieve, cada año, se alejan más de los promedios históricos. La ciudad turística lleva más de 8 meses sin que las lluvias superen los 10 milímetros. A esto, deben sumarse los datos brindados por la AIC donde aseguran que el caudal del río Limay (por el que desagua el Nahuel Huapi) se mantiene por debajo de la media desde hace más de 10 años.

La escasez en las precipitaciones también provocó bajas importantes en arroyos como el Ñireco, que provisiona agua potable en los barrios del norte de Bariloche, quienes este verano sufrieron la falta del recurso potable. Las autoridades informaron que en los últimos 3 años, la altura del espejo de agua estuvo muy por debajo de los valores medios y se encuentra un metro por fuera de lo que se consideraría “normal”.

El director de la AIC, Fernando Frassetto explicó que abril y mayo son los meses en que ocurren las precipitaciones otoñales más importantes para recuperar el agua del lago, pero en la última década las precipitaciones fueron escasas. “Hace falta mucha precipitación para poder recuperar lagos como el Nahuel Huapi, estamos teniendo un otoño con temperaturas muy agradables y muy poca lluvia”, aseguró Frassetto.

Sequía, una tendencia sostenida por el cambio climático

Para los expertos en climatología “hay una clara tendencia en el descenso de precipitaciones que se asocia al cambio climático”, aseguró Martín Nini, ingeniero del Departamento provincial de Aguas (DPA). También afirman que en el actual escenario de calentamiento global se esperan otros fenómenos inusuales como las tormentas eléctricas que se registran en latitudes cada vez más australes, incluso en proximidades de la Antártida.